jueves, 20 de junio de 2013

Casualidades o Causalidades?

Subo las escaleras mecánicas y me cruzo de frente con una señora que grita al abuelo que dejé unos metros atrás, estaba acompañado de toda su paciencia. La paciencia creo que habla o al menos, a veces impide oír. Curiosamente le grita: Papa! Papa!. Me fijo en ella porque lleva dos hermosos ramos de flores; las flores en este barrio deslumbran de un modo especial, pues las necesidades se comen todo el brillo de los ojos de la gente y parece casi imposible que alguien le dé importancia al olor del polen.

Ahora la señora grita a la vecina que se cruza con el padre, para que le llame y le avise de que ella, está llegando por detrás.

Su mirada cómplice me invita a opinar y con una leve sonrisa le comento que parece que la vecina está más sorda que el padre. Nos alejamos sonriendo. Sigo mi camino y pienso que no es su padre, tenían una edad aproximada. Sin querer, me vienen sus gritos a la memoria: Papá! Papá!. ¿Dónde estará el mío? -Pienso mientras camino hacia la oficina-.

Me incorporo de nuevo al trabajo; la compañera está en su mundo; entra una mujer que atendí días atrás y me dice: ya está aquí mi marido, me dijo usted que tenía que venir con él; me entrega la documentación, lo miro y le sonrío, casi me entran ganas de abrazarlo, pero claro, me retengo. Han notado que al mirar el documento algo extraño ha pasado, se miran, sonríen. Les miro y les aclaro, se llama como mi padre. 

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