sábado, 5 de octubre de 2013

Próxima parada...

Después de observarla durante largo rato no pude resistirme y salté a resguardarle la espalda. 

Es sencillo, todo es sencillo cuando sentimientos, deseos y circunstancias se tropiezan como dos niños despistados. La sinceridad, la ingenuidad y el frescor puro provocan roces legítimos. 

La soberbia salió huyendo, no estaba acostumbrada a que los sentidos alteraran sus papeles. Como una amenaza caprichosa explotó ante nosotras la afectividad, el amor, el deseo y todo lo que no imaginábamos que pudiese tener cabida en un sólo segundo.

No era la primera vez que te levantaba el vestido, esta vez tu mirada, tus manos, tus labios, todo tu cuerpo otorgaron permiso a nuestros movimientos; el mío, completamente aliado, disfrutaba de cada suspiro acompasado.

Siempre que te siento lejos, recuerdo aquella tarde en la que no fue posible controlar nada, en la que tus manos me acercaban sin tu consentimiento, tu mirada me explicaba todo aquello que no era capaz de decir tu boca y de tu boca solo salía amor, el mismo que la cordura pretende negar a tu alma. 

Es difícil vivir con entusiasmo sin dejarnos llevar, pero fácil sobrevivir completamente cuerda en este mundo de locos. Mientras tanto, te espero en el sueño de siempre, aunque llegues tarde.

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