miércoles, 2 de octubre de 2013

Dos cafés por favor

Aquella noche fue tranquila, fuimos a dormir a la misma hora de siempre. La sensación de paz era compartida, tú sonreías de buena mañana y yo buscaba retozar un poquito más entre tus brazos.

Con la misma energía de siempre, como si te hubiera inundado una premonición, me miraste, giraste la cara y dijiste, Nena!! venga a la ducha!!, jajaja, te encantaba ver la cara que ponía de sorpresa, siempre era la misma, sabía que con ello te sacaba una gran carcajada; ello me daba derecho a apretarte como si de un castigo se tratara, hacerte unas cosquillas y morderte un poquito los labios.


Dios!! que bueno me sabía la ducha.


El momento de vestirnos era especial para mí, tú, que lo sabías, dedicabas suma atención....imaginar cada rincón que poco a poco íbas ocultando, me producía una necesidad imperiosa de aliarme con la ropa que custodiaba tu cuerpo.

Me miraste, creo que querías dar el visto bueno; yo como siempre, te volvía a abrazar para deshacer un poquito la perfección que te caracterizaba; ya estabas acostumbrada y lo esperabas. Me estremecía el hecho de que me dijeras: ¿bien Nena?, ese era el pistoletazo de salida. Perfecta cariño, como siempre.

El camarero apenas nos miró; aquél estúpido se perdió tu hermosa sonrisa, jajaja (al pobre hombre le tocó el papel chungo del blog). 

-Que sean dos cafés por favor.

Hizo una labor perfecta, no entrometerse en las miradas ajenas; después del último sorbo, coincidieron en un punto: el horizonte.



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