lunes, 15 de julio de 2013

No el por qué, sino para qué?

La vegetación es una agradecida; apenas había cambiado nada, no sentí ni frío ni calor, ni tan siquiera la brisa logró transportarme a ningún lugar de mi misma que pudiera atormentarme, de hecho, todo lo vivido en aquel rincón eran momentos de amor, de tranquilidad, de oxigeno....tampoco habría conseguido llevarle la contraria al pasado, aunque lo hubiese intentado.
El tiempo debió quedarse esperándonos, las mismas personas, las mismas mesas, el puente, inquieto, esperaba que algún atrevido/a consiguiera pillar cualquiera de sus miedos desprevenido y lo atravesara airoso.
Era un ritual acercarnos al Mesón, un restaurante de un pequeño pueblecito, Sorauren; atraversar el puente hasta la cascada y volver paseando; para qué romperlo? para qué renunciar a disfrutar de ello?.
Cuando decidí dejarla, es cierto que tuve tiempo para elaborar un poquito el duelo que suponía alejarme de la mujer que amaba, pero no tuve en cuenta lo que me iba a costar separarme de sus calles, los árboles, los olores, el idioma, la cultura, el verde arrollador, el agua abundante, las canciones y tantas cosas que ya formaban parte de mi modo de vida.
Después de algunos años, volver al norte fue como volver a casa, ya no se alejaba, ya no dolía y pude recorrer cada rincón con la misma alegría que lo hacía a su lado; por todo ello y a pesar de que la inseguridad no le dejó avanzar y ello no nos permitió continuar compartiendo tantos sueños, agradezco que el destino la pusiera en mi camino; gracias a ello soy quien soy, renunciar a lo que más amaba, me ha llevado a amar más lo que sueño, a soñar más lo que deseo, a desear lo que me gusta, a saborear el camino y a ser capaz de ir avanzando.

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