miércoles, 2 de octubre de 2013

Nueve gotas de lluvia

No entendía nada, cada vez que venía ella, mi madre lloraba....con ella o después de que marchara. No hacía ni un mes que apareció con un ojo morado, yo tenía siete u ocho años. No quiero pensar el dolor que tuvieron que pasar cuando marchó, 7 años secuestrada, eso sí en un lugar precioso Australia, no había ningún otro más lejos.

Los ataques volvieron a repetirse. Las vecinas acudían sin llamarlas. En aquella época, éramos todos una gran familia y los pisos eran para toda la vida, más que nada, porque nunca en la vida podrían aspirar a otro. Una me cojió en volandas y me llevó a su casa, mi madre estirada en la cama como si estuviera muerta, la ví de reojo; más tarde supe como actuar sin que nadie me enseñara. Con los años (los míos) tuve tiempo de experimentar, compartir, oir, luchar y de revelarme contra sus propios miedos en varias ocasiones, los míos miraban amenazando, ya verás ya, parecían reirse de mí a lo lejos.
Una vez piqué en casa de la vecina del primero, ella estaba allí, cayó en mis pies. La levanté sin la ayuda de nadie y la llevé a la cama....cómo programada, subí corriendo a casa a por unas braguitas limpias, era su miedo....despertarse o que viniera un médico y darse cuenta de lo que le había pasado.
Ella tampoco merecía eso, le dijeron que de pequeña se dió un golpe, ¿uno?, joder vaya vida!. Ahora esos golpes ya tienen nombres, antes ni se conocían. Un mareillo, con Agua del Carmen, que corra el alcohol!! jajajaja uisss me devié del tema, hoy el alcohol es significativo en mi cuerpo, jajaja, no puedo tratarlo con tan poco respeto.
Que tengan un feliz jueves...y sean muuuy malas, que si no la vida ya se encargará de llevarles la contraria.

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