domingo, 17 de noviembre de 2013

El abrazo de los peces

La primera vez que abracé supongo que me aferré al cuello de algún adulto, supongo que el cobijo, la seguridad y todas esas cosas, las percibí de una manera pura. 

Con los años esa pureza la mantengo, pero es cierto, que cuando adoptas ciertas posturas reiteradamente y conforme van pasando los años, dado que la envoltura no es la misma, es posible que el abrazar provoque una contractura, un pesar que me recuerda que esa inocencia se ha alterado. 

Aún así, abrazo con la misma ternura, con las mismas ganas y sin pensar que dependiendo del cuerpo que abrace, ese mal se cargará todo lo que aporta un abrazo sincero.

Eso sí, me gusta abrazar sin limitaciones, ni requisitos, ni clausulas, ni conclusiones. Me gusta abrazar sin pensar en lo que aportará ese abrazo; me gusta abrazar otros brazos que también quieren abrazarme, otro cuerpo que se dispone a sentirlo, al igual que yo, de una manera pura que te deja tan solo un recuerdo cálido, sin distinción y sin efectos, más que el del propio momento; porque para un abrazo sólo se necesita eso, un instante, el presente, el que compartes en ese segundo, aunque haya abrazos que duran diez minutos, diez días o toda una vida.


Espero no llegar a padecer nunca la sordo-ceguera, espero vivir mirando desde lejos esa pecera; Clarita necesita los abrazos para sobrevivir porque la vida le negó otros sentidos.


3 comentarios:

  1. abracitooooooooo?????.............

    ResponderEliminar
  2. Me encanta, me encantas, te estaria abrazando siempre. Un abrazo tuyo es percibir esa pureza simplemente disfrutar el momento. Te quiero

    ResponderEliminar