domingo, 1 de diciembre de 2013

Gritar en la batalla

Cuando vi la película "Leningrado" me impactó el procedimiento de los nazis para asediar esa ciudad, derrotarla y casi exterminarla. Impedir proveer de alimentos, conseguir derrotar a la población, sin alcanzar la victoria. Ese pueblo nunca perdió la dignidad, perdió todo, todo, menos la dignidad.

¿Hemos sentido alguna vez algo parecido a lo que sentían ellos? Es una osadía la comparación, pero sí, creo que sí, aunque para nosotros/as el alimento de primera necesidad no consista en una ración de comida; en muchos casos, lo primero que perdemos es lo último que perdieron los supervivientes de esa guerra, la dignidad.

¿Qué nos hace vulnerables? Quizás sean las rasgaduras de esa imperceptible mochila que reposa aturdida la que nos hace diferentes y nos hace reaccionar de maneras dispares. Duelos postergados, enfrentamientos impugnados, ojos empañados, distancias disipadas, palabras, voces, canciones apiñadas.

Supongo que hay momentos que es necesario dar un malogrado paso girando la cara o girar la cara para poder dar un paso...quizás es preciso aislarlas para retomar el control, aunque realmente ya se hayan infiltrado pringándolo todo; quizás ese control sea la única arma que nos queda a los mediocres, cuando no podemos hacer frente a nuestras luchas internas.

Aunque no es sencillo cohabitar con amputaciones que yacen dormidas, es obligatorio ser audaces y tomar ejemplo; ellos nunca se rindieron; y así como un soldado en el campo de batalla pierde el miedo en el cuerpo a cuerpo gritando.....yo cuando estoy paralizada pego un grito, a ver si con ello despierto el valor, asusto al miedo o simplemente respiro unos segundos antes de retomar mi propia lucha.

1 comentario:

  1. Me ha gustado mucho este escrito, y creo que todos somos vulnerables, y mejor asì, porque estamos completos. En cierta medida a veces sentimos que hemos perdido la dignidad, pienso que sólo la perdemos cuando nos abandonamos, cuando nos negamos a sentirnos y no cuento ya, cuando desplazamos nuestros aterradores miedos a otros, pero esto no hay que aislarlo sino integrarlo, si lo aislamos, volverá cuando menos te lo esperas, si lo integras, será parte de ti, sabrás que hacer con ello, te haces responsable de tus luces y tus sombras que no son ni buenas ni malas,son tuyas, y tu le das el valor.

    ResponderEliminar