domingo, 12 de enero de 2014

Desdibujada

Trazamos las primeras líneas sin apenas carboncillo en los bolsillos, poco a poco con grandes sonrisas se quemaron los colores oscuros; el sol, el mar, el cielo, de cada uno de ellos cogí un color y pinté los caminos.

Hoy ya no los conozco, no son míos, ni tan siquiera recuerdo haber pasado por ellos. Las hojas húmedas de los primeros días de invierno estaban pisoteadas y habían perdido su forma, las que resistían en las ramas poco a poco perdían su vitalidad.

Aún quedaba un largo invierno y pasaban las horas muy lentamente. Apenas quedaban puntas, ni pasos, ni risas y estaba lloviendo desde hacía días.

Las ventanas estaban cerradas en todas las casas y la creatividad era un bien demasiado preciado, sólo unos pocos se podían permitir el lujo de pasear por las calles, sólo cuatro pupilas desorbitadas miraban de frente.

No iba a gastar goma en borrar los bocetos, pero tampoco quedaba suela en mis zapatos. Aproveché los leves rayitos de sol para que él se encargara de desdibujarlos.

Archivé los olores, mordí todas las muecas y tragué uno a uno los besos que  habían quedado esparcidos. Coloqué los folios en blanco en el atril, anclé mi sonrisa en su espalda y dormí en el calor de sus manos.

Cuando amaneció el vidrio de la habitación estaba empañado, padecía el contraste de un día frío y la calidez del eco de su sonrisa, y se había convertido en un precioso bloc de notas dónde ponía escrito: ¿Qué hora es? junto a un hermoso sol que me sacó una sonrisa.


1 comentario:

  1. Cuando alguien pregunta ¿qué hora es? al amanecer, es que ha pasado una bonita noche soñando.

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