Abro mis manos curtidas y su luna es fiel reflejo
de mis desvelos desnuda y mi piel ya resecada,
dónde habitaron mis cuentos y cayeron mis montañas.
Escalé el monte encendido, grite la melancolía,
salte una a una las rocas que ocultas tras la hojarasca,
amorataron mis piernas dejando pasar el día.
Ya no existen esos sueños, nada es real y encandila,
el suspiro ya no cuenta, ni recuerda la partida
de unos besos que reflejan la sombra de una cerilla.
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