miércoles, 22 de febrero de 2017

Una y otra vez

Salté con los pantalones arremangados pero no con la fuerza suficiente como para no caer de pleno en aquel charco; cualquiera un poco curiosa lo habría adivinado desde lejos y no habría metido la pata.

Estaba acostumbrada a caminar con la ropa húmeda, secarla y remojarla gratuitamente. Perdí el miedo a vestirme de nuevo, ni me gustaba ni me preocupaba, ya había perdido sentido estar de manera reconfortante, ya no veía otro camino y destrozaba las prendas sin temor alguno.

Encontraba quietud en el mar, no tenía necesidad de resguardar la ropa, entraba y salía del agua completamente desnuda y parecía desafiar las miradas, pero realmente, dejaron de importarme.

Poco a poco el tiempo se fue llevando todo aquello que era imprescindible en mi trayecto, caminar era lo único relevante. 

Cuando sonaba la música podía disfrutar sin perder detalle, fluían miradas y sueños una y otra vez. 

Todo tenía sentido hasta que las canciones eran pura fantasía y los olores recuerdos.


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