sábado, 18 de abril de 2020

Todo cambia




El parque está desierto, aún así, el viento se columpia a destiempo. En una esquina, las hojas bailan formando un enorme corro y se rozan acompasadamente unas contra otras al ritmo del zumbido del viento.

Contra los bancos se golpean cafés anulados, desayunos de terraza, salas de espera, miradas de ternura, enfados por sincera, abrazos calurosos, poemas de Neruda, el sol reflejado en el mar, lágrimas cayendo puras, ese baño que se dio, una pena que no cura, deseos alcanzados y una esperanza desnuda.   

A lo lejos, se adivina un perro paseando a un anciano. El animal conoce cada uno de los adoquines levantados y los bordea con mucha dulzura; el abuelo se deja llevar sin apenas sentir su propia ausencia. A pesar de su mirada cansada sonríe a una señora que arrastra su vacío dentro de una maleta llena.

Por fin la lluvia aparece para limpiar las aceras, oxigenar las ramas casi secas y refrescar las hojas de los árboles, casi ahogadas. En algunos balcones se divisan sueños tendidos; una mujer se apresura a recoger los deseos que cuidadosamente colgó con mucho cariño la noche anterior; siguen muy húmedos, pero lo ha hecho por inercia, sin pensar dónde guardarlos mientras pasa la borrasca.


El agua no va a poder borrar las marcas que ha dejado la impotencia, el odio, la injusticia y la rabia, El asfalto sigue en mal estado; los contenedores quemaron durante días y el plástico se aferró al alquitrán.

Quizás el amor devuelva el orden y ojalá destruya el caos, con la misma fuerza con la que el caos destruyó todo menos la memoria.

Ojalá el amor limpie la memoria y arañe todos y cada uno de los malos recuerdos. 

Ojalá no sea en balde y todo cambie.




No hay comentarios:

Publicar un comentario