viernes, 28 de junio de 2013

El trastero lleno.

La maleta está desde hace tiempo en la esquina de la habitación, no he tenido tiempo, no me lo he dado. Ahí está, inerte. La ventana abierta empuja a una brisa provocadora, inadecuada para la época del año en la que estamos.

Me encanta la palabra provocación, me resulta tierna, cariñosa, supongo que porque sale mi vena altruista, detrás de ella hay todo eso que has plasmado en mis pies, ¿o lo puse yo sola?, eso no me ha quedado muy claro, pero lo cierto es que todo es familiar y yo dejé la ventana abierta.

Esta mañana desperté aturdida, cada vez me cuesta más recuperarme de determinados zarandeos y más cuándo me pilla desprevenida, CONSECUENTE, aisss ingenua! acabo de conocerme un poquito más, gracias. Es lo que pasa cuando asomas al balcón sin quitarte las legañas de los ojos.

He recogido todo lo que quedó desparramado la noche anterior y aunque no hay muchas cosas nuevas, he colocado todo en su interior; curiosamente, nada está dónde estaba...

No puedo cerrarla, necesito tiempo, no quiero meter las cosas en ella sin antes mirarlas. Aunque a veces cuándo me la tropiezo, me gustaría desprenderme de ella tal y cómo está, darle una patada y buscar otra, ésta ya me ha acompañado mucho tiempo.

Ya sé porqué explotan las palomitas, y tu?


  

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